Exposición temporal, Contracorriente
La roca sigue rodando. Dejo a Sísifo al pie de la montaña. Se vuelve a encontrar siempre su carga. Pero Sísifo enseña la fidelidad superior que niega a los dioses y levanta las rocas. Él también juzga que todo está bien. Este universo en adelante sin amo no le parece estéril ni fútil. Cada uno de los granos de esta piedra, cada fragmento mineral de esta montaña llena de oscuridad, forma por sí solo un mundo. El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre. Hay que imaginarse a Sísifo feliz.
Albert Camus, El mito de Sísifo
De acuerdo con la mitología griega, el titán Atlas fue obligado por los dioses a cargar sobre sus hombros el pesado globo en que estaba convertido el firmamento. Esta tarea extenuante y arbitraria es similar a la condena sufrida por el rey Sísifo, quien debía empujar una gran roca montaña arriba, la cual rodaba cuesta abajo una vez alcanzaba la cima, repitiendo la absurda secuencia para siempre y sin descanso. En ambas tragedias, los protagonistas al comprender su condición, al hacerla propia mediante la consciencia, liberaban el sinsentido de la pesada carga impuesta, casi como en una excarcelación, sin fijar la felicidad en la esperanza ni en los dioses, pues asumían lo que eran y hacían.
Estos mitos, como metáforas de una vida llena de esfuerzos incesantes, encuentran en las pinturas de Martha Ramírez (Bogotá, 1957) un correlato con la existencia humana, la cual soporta como destino aplastante la materialidad y fragilidad del cuerpo, enfrenta las tareas diarias de subsistencia y combate, las fuerzas físicas y simbólicas que rigen las geografías y los territorios políticos. Así, como un navegante en alta mar, el ser humano debe corregir su norte y comprender que está preso de un entorno cambiante y azaroso.
La obra de esta artista se sitúa en el cruce entre la pintura y la fotografía al transferir al plano pictórico sucesos y pensamientos que surgen de la imagen fotográfica y que se conjugan con los trazos y gestos de la pintura. En sus obras habita la consciencia de que en la fotografía hay algo fundamental que no se puede registrar, así como en la pintura hay algo esencial que no se puede fotografiar. En este encuentro entre materia y sensación aparecen cargas, fuerzas, corporalidades y resistencias: una especie de “movimiento interior” que intenta hacer visible lo que no es representable en las imágenes extraídas de los medios de comunicación, los documentos históricos y su archivo personal.
Las imágenes de desplazamientos forzados, travesías en el mar, trasteos, labores de pesca y construcción, migrantes cruzando ríos fronterizos, son registros retomados en la obra de la artista para señalar cómo los cuerpos están conectados con las cosas y con la experiencia del transitar. En las escenas de óleo sobre tela y papel de la serie Contracorriente −que inicia en 2013 con el homenaje a la acción Paradoja de la praxis I (a veces hacer algo no conduce a nada) del artista belga Francis Alÿs− aparecen cuerpos que ejercen distintas tareas sometidos a una fuerza dramática que se abate contra ellos en medio de difusos paisajes pictóricos.
Las pinturas de Ramírez interrogan la corporalidad del ser humano en tanto esta es una realidad subjetiva y experimentada que se enfrenta continuamente a movimientos internos y externos. Los cuerpos representados, sometidos a prácticas interminables de fuerza y adaptación, muestran los esfuerzos que requieren de energía individual o colectiva en la preservación, búsqueda de logros personales, obtención del alimento y demás necesidades propias del ser humano. En estas escenas ocurridas en geografías no identificables, aunque familiares, el cuerpo además de sobrellevar su propio peso porta enseres físicos y simbólicos que revelan la pluralidad de fuerzas a las que se ve expuesto sean estas psíquicas, económicas, sociales o espaciales.
Sin embargo, no solo los cuerpos humanos son modificados en su experiencia vital: en la serie Transición (2020-2021) los espacios están a merced de su propia suerte, son territorios y cartografías inciertas e inestables. En este políptico, constituido por doce piezas, las superficies pictóricas que la artista construye son imprecisas y abstractas, se configuran a partir de accidentes, salpicaduras, trazos fluidos, veladuras y capas superpuestas de estados líquidos. En estos espacios, que se configuran como paisajes sin principio y sin fin, se aborda la idea de vacío, dislocación y movimiento; son lugares que no representan el paraíso soñado o la tierra prometida sino más bien un viaje geográfico que se experimenta y que en distintos momentos es correlativo al viaje de la vida y a los estados del ser.
En Transición, el paisaje surge como un no-lugar, un ente espacial que alude a la idea incierta del tránsito. Aquí se conjugan estados y puntos de vista diferentes: hay planos aéreos que se conectan con fragmentos de territorios terrosos o húmedos y la vista panorámica contrasta con superficies pequeñas y cercanas. Al mismo tiempo, en este paisaje incierto y dividido, el cuerpo desaparece entre veladuras, capas y formas abstractas, para dar paso a zonas y movimientos de color que aluden a las texturas y sensaciones de la tierra, el agua, el aire. En esta serie el espacio cartográfico no se presenta como el registro de un territorio identificable, sino como una frontera porosa.
No obstante, la cartografía como fuente de significados y experiencias se constituye en la más reciente serie Deriva (2021) en un recurso político y social que le sirve a la artista para abordar la compleja problemática de desigualdad, abandono estatal y polarización que vive Colombia en la actualidad. En esta serie la artista se pregunta por la diversidad en las regiones que acoge el territorio nacional y desdibuja la idea de que las cosas están donde deberían estar o que el país tiene una dirección o punto de llegada hacia el cual avanza. En este grupo de pinturas se usan las convenciones cartográficas del mapa de Colombia para hablar del territorio sentido e imaginado haciendo uso del lenguaje pictórico y de recursos técnicos como la nitidez, borrosidad, veladura o capas de color para resaltar, negar o exponer las convenciones sociales y políticas.
El mapa fragmentado en los distintos departamentos de Colombia, forma un paisaje psíquico con vacíos, borramientos y superposiciones, que señalan una suerte de viaje a la deriva, alejado de un proyecto unificador. Las cartografías en la obra de Ramírez se presentan alteradas en sus puntos cardinales; esta estrategia de desorientación conforma en el plano pictórico otra geografía enfrentada a fuerzas externas e internas y a tensiones políticas relacionadas con el aislamiento, la pérdida de los hábitats y el desamparo en que viven muchos territorios del país.
Martha Ramírez. Contracorriente es una exposición que conjuga la obra reciente de esta artista que vive y trabaja en Medellín, a través de trabajos que provienen de tres series producidas entre 2013 y 2021: Contracorriente, Transición y Deriva. En ellas actualiza el potencial matérico y expresivo de la pintura, denotando un viaje de tensiones y de encuentros entre el estar y el ser, experimentados por cuerpos y territorios bajo la promesa inacabada de unificación.
1 de septiembre de 2021 – febrero de 2022
Sala A1, Cortesía MAMM